lunes, 17 de noviembre de 2008

Los autómatas de Holmberg

La ciencia ficción en la Argentina proviene de la mano de Eduardo Holmberg (1852-1937). Cuando el autor escribió en Buenos Aires Horacio Kálibang o los autómatas en el año 1879, existía la dificultad de ambientar el cuento en nuestro país a raíz de una limitación tecnológica y debido a ello Homlberg decidió situar el cuento en Alemania, ya que no podría haber sido justificado en la Argentina.
El autor de la obra, influenciado por las ideas positivistas, revela en este relato una posición ambivalente respecto de los resultados del progreso en la sociedad.
En esta narrativa, en primer lugar aparece Horacio Kalibang, quien es un autómata con características llamativas que puede vencer la ley de la gravedad: rasgos extraños en su rostro parecido a una máscara, conducta y ejercicios no humanos.
Oscar Baun, dueño de la fábrica, ha perfeccionado su invención y una nueva generación de muñecos dotados de movilidad que simulan a los seres humanos con mucha perfección, pudiendo reemplazarlos sin que alguien advierta la suplantación. Este novum se parece cada vez más a un ser humano, como corolario del perfeccionamiento tecnológico. Los movimientos de estos son iguales a los del hombre, no es más que una representación, es decir, que presentan algo en lugar de lo que ya está presentado y que a su vez lo duplica.
Por último, este avance científico desencadena en la obra de Holmberg en una mezcla de autómatas con las personas, lo que sin duda complejiza y pone en el centro de la escena al cuestionamiento y rol de la ciencia. Es en este pasaje del cuento donde se presenta una crisis y tensión, ya que antes era posible diferenciarlos de los hombres porque, si bien convivían en una sociedad, se encontraban en otros sectores con cualidades propias que garantizaban esa diferenciación. Los androides pasan a ser parte del seno social en plena convivencia con los humanos, surgiendo así el problema de su identificación. Ante el proceso evolutivo de los autómatas, la gran incógnita es saber quién es quién.
Aquello que primero aparecía como un experimento que funcionó, luego se perfeccionó con un cerebro artificial símil humanos. A tal progreso llega la industrialización para desencadenar en el enjuiciamiento de la ciencia.

1 comentario:

Fernando Tornu dijo...

este cuento está buenísimo lo lo leí y me parece uno de los mejores del genero...